lunes, 22 de octubre de 2012

Lectura de dos fotogramas de A Dangerous Method





1) No me gusta mucho la visión que da Cronenberg de Carl G. Jung en A Dangerous Method (2011), donde aparece despojado casi por completo de su visionaria potencia intelectual, pero al menos ha sabido utilizar bien el poder que daba el humanista suizo a los símbolos. Vamos a examinar la presencia de dos de ellos en la película. Observemos esta imagen:
 






La cuidada ubicación de los espejos (el espejo mayor, donde aparece ella como imagen del deseo, duplicada; el azogue pequeño, frente a Jung, empequeñeciendo su imagen o recortándola como lecho de Procusto) justo cuando el psicoanalista está reconociendo su sentimiento de escisión (divided), dice más sobre la complejidad de la psique humana y su capacidad de interpretación que muchos de los diálogos de la película. La imagen libidinal de Sabine, en camisón y sentada en la cama donde acaban de hacer el amor, rodea en su duplicación a Carl, que aparece además “recogido”, contraído sobre sí mismo mientras declara su culpabilidad y su sentimiento de división interna. Fractura interior que también asola a Sabine, claro, doctora y paciente a un tiempo (la poeta Concha García escribía en Cuántas llaves: “Me hinco en la cama y soy una / con la conciencia escindida”). Pero aquí la grieta interna que Cronenberg quiere enfatizar no es tanto la de Sabine –sin dejar de mostrarla– como la de Jung; la doble imagen de Sabine acorrala a Jung justo en el momento en que se declara trapped, atrapado, por la infidelidad marital con ella y los posibles efectos sobre su trayectoria profesional. El uso del espejo por Cronenberg es soberbio para “duplicar la duplicación” y mostrar la myse en abîme del sujeto. Recordemos el célebre pasaje de los diarios de André Gide, que tanto interesase a Lacan y Dallenbach: 

Escribo sobre este pequeño mueble de Anna Shackleton que se hallaba en mi habitación de la calle de Commailles. Era allí donde solía trabajar; me gustaba, porque, en el espejo doble del secreter, situado por encima del tablero en que me apoyaba para escribir, me veía escribiendo; me miraba entre frase y frase; mi imagen me hablaba, me escuchaba, me hacía compañía, me mantenía enfervorizado.[1]

El espejo que engrandecía el ya de por sí desatado ego de Gide es utilizado por Cronenberg persiguiendo el efecto contrario: empequeñecer el ego, mostrarlo mínimo y recortado frente al enorme poder sexual de Sabine. Este plano, que dura apenas unos cuatro o cinco segundos, acumula pues todos estos sentidos: el achicamiento del papel sexual de Jung, la representación espacial e icónica del poder agrandado de Sabine, la escisión psíquica de los dos, el acorralamiento simbólico de Carl, su recogimiento o contracción corporal ante la trampa o cul de sac existencial en que se encuentra, su sentimiento de culpa ante el adulterio.


[1] A. Gide, Journal 1889-1939; París, Gallimard, 1948, p. 252; citado en Lucien Dällenbach, El relato especular; Visor Distribuciones, Madrid, 1991, pp. 22-23. Dällenbach apunta en nota un aforismo de Valéry donde se expresa a la perfección –siempre a su juicio– el narcisismo de Gide: “Un espejo en el que nos miramos, ante el que nos vienen deseos de hablarnos, sugiere, explica el extraño texto: Dixit Dominus Domino meo..., confiriéndole sentido” (op. cit., pp. 28-29).
 



2) Segundo fotograma:








El simbolismo del segundo plano es más oblicuo, pero no por ello –creo– menos detectable. Jung y Freud llegan en barco a Nueva York, para participar en agosto de 1909 en un congreso de psicoanálisis en Clark University [foto a la izquierda]. Jung le dice a Freud, desde la cubierta del barco y mirando el larvario skyline de la Gran Manzana, que lo que contempla le parece el futuro. Freud responde lacónicamente: “¿Cree usted que saben lo que les traemos, la plaga?”. A continuación aparece este plano, en que una nueva simetría especular es planteada por Cronenberg para simbolizar el abismo entre los dos personajes. La utilización de la estatua de la Libertad no es casual, por supuesto; los personajes habían estado discutiendo minutos atrás sobre la libertad del hombre y sus condicionamientos sexuales e inherencias. Quedó clara en la conversación entre ambos retratada por Cronenberg (sobre el guión de Hampton basado en su obra de teatro, a su vez basada en un relato de John Kerr) su radical discrepancia frente a los factores que limitan la libertad del hombre y su capacidad para luchar contra los mismos. Para Freud esos límites sóso son estratos de conciencia y condicionantes sexuales remontables a la infancia; para Jung el asunto es mucho más complejo e incluye imposiciones arquetípicas, legados inmemoriales, resistencias del inconsciente colectivo. Esa conversación, o una similar, fue retratada por el propio Jung en sus memorias: “Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: ‘Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable’ (...) Algo extrañado le pregunté: ‘¿Un bastión contra qué?’ A lo que respondió: ‘Contra la negra avalancha’, aquí vaciló un instante y añadió ‘del ocultismo’. (...) Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender por ‘ocultismo’ era, más o menos, todo lo que la filosofía y la religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era igualmente ‘oculta’, es decir, indemostrable, pura hipótesis posible, como otras muchas concepciones especulativas. Una verdad científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos”[1]. Freud quería fundar una ciencia alternativa e inconmovible, que pudiera sostenerse por su rigurosa metodología. Jung quería llegar hasta el final, curar de verdad al individuo, hallar con él un camino para obtener su propia libertad, aunque los métodos no fueran metodológicamente ortodoxos. Freud quería abrir las puertas de la mente, Jung quería cruzarlas. Freud quería crear una narrativa para reelaborar el sujeto (Habermas, Jameson), Jung prefería un diálogo, una conversación. Esas diferencias metafísicas entre los dos quedan reflejadas con maestría en esta imagen de Cronenberg, donde la Libertad divide vertical e irremediablemente a los dos pensadores; un plano donde la mirada de Jung parece responder a la pregunta sobre la plaga que hace Freud, respondiéndole, sin palabras: “querrá usted decir las dos plagas”.
.
.


[1] Carl G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos (1961, Seix Barral, 1981, p. 160.

domingo, 7 de octubre de 2012

Fragmenta




Acabo de almorzar un planto demencial: creado para ser "auténtico" y "típico" de una época y un lugar, tenía tantos y tan contradictorios ingredientes, salsas y matices que acababan por anularse entre sí, de forma que el resultado de la proliferación de sabores era la completa ausencia de sabor; gracias a él he comprendido por qué no me gustan ni el gótico flamígero, ni el arte rococó, ni el steampunk, ni Mad Men ni, en general, todas las manifestaciones artísticas que buscan recuperar un estilo anterior a través de la recopilación manierista y el exceso de detalles anodinos, sin entender que la captación creativa del espíritu de una obra, estilo o época sólo puede lograrse mediante la producción de una obra nueva y distinta, que recuerde a la anterior por la potencia de su lenguaje y no por la repetición tartamuda e interminable del antiguo.





*
 

Tras dos meses de encierro, el internauta salió a la calle y todos los rostros le parecieron brutales y burdos; los paisajes ostentaban una grosera hiperrealidad y el mundo era tosco, punzante, áspero: intolerable sin el tamiz de Instagram.
*

"Encontré pronto el modo de que nadie me plagiase -dijo el escritor, agitando el vaso-. Escribiendo tan sólo porquería".

*

Yo quise que España fuera posible; más tarde, me contenté con que España fuera o, incluso, con que España, fuera –España (desde) fuera–.

*

Estoy tan cansado que no puedo ir como dar en la sustancia cabezas formaldehído mira ese perro.

*
 
Hay manifestaciones públicas desde 1850, aproximadamente, pero creo que nunca se ha convocado una manifestación metafísica, de corte indagador, desligada de preocupaciones concretas y urgentes. Me encantaría acudir a una manifestación callejera donde el lema más utilitario fuese algo como "Todos heridos, / todos nos perdimos".

*


Los críticos que denuestan a la narrativa más progresiva y renovadora de la actualidad porque busca referentes en Estados Unidos, Francia, Inglaterra u otros países, son los mismos cegatos que en el XVI atacaban a Garcilaso de la Vega por su estética  italianizante y por mirar hacia Roma. Sólo falta que escriban una actualización de la Reprehensión contra los poetas españoles que escriben en verso italiano, que sería igual de inútil –por fortuna– que la antigua. Si no fuese por Garcilaso y Boscán, en España seguiríamos escribiendo Cancioneros. Bueno, algunos lo siguen haciendo.


 

*


Mis últimos tuits deben haber sido muy desafortunados porque Twitter me está sugiriendo seguir a Jodorowsky. #señalesdelfindelmundo #HelpMe
 

*
 
Entré a vivir y me asignaron un interror con vistas.

*



Circula la noticia de que se van a reunir unos cuantos para incendiar ejemplares de "50 sombras de Grey". Me parece brutal, nazi y anacrónico quemar libros; culturalmente es lo peor y más retrógrado que puede hacer nuestra especie. Queridos niños, no lo hagáis. Es mucho más sencillo, fácil y ecológico quemar a los autores.


*

¿Es usted de los que sostienen que la Red está llena de spam literario? Porque el porcentaje de basura en una librería es hoy por hoy exactamente el mismo que en Internet.



*

Los griegos inventaron la filosofía. Se merecen todo lo que les pase.





[Selección de tuits y estados de facebook publicados en los últimos meses]